La Emperatriz infantil llevaba ya mucho tiempo viajando. La litera en la que viajaba, transportada por sus invisibles poderes, se movía ahora a través de una profunda garganta, un paso entre dos paredes de roca.
De una forma inesperada
las paredes de roca se separaron por completo dejando ver una ampliada llanura.
En medio de aquella superficie se alzaba una pequeña montaña. Era bastante alta
y de un azul luminoso.
A la mitad de la altura
de la montaña había un huevo del tamaño de una cosa, tenía una apertura que parecía
un puerta. De ahí, de la abertura redonda y oscura del gran huevo surgió una
larga escala.
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